Imágenes satelitales: distribuciones de aire

El potente estallido del Volcán Poás que ocurrió el lunes 21 de abril originó una pluma de gases y partículas que se dispersaron a lo largo de una gran extensión, alcanzando regiones tan distantes como Guanacaste y Puntarenas.

De acuerdo con José Pablo Sibaja, quien trabaja en la Laboratorio de química de la atmósfera de la Universidad Nacional (UNA), la pluma generada por la erupción fue transportada hacia el Océano Pacífico.

«La erupción que se produjo en el volcán este lunes ha provocado la elevación de una masa significativa de gases y partículas. Entre estos gases se encuentran el dióxido de carbono, el dióxido de azufre y el vapor de agua, que se están dispersando principalmente en dirección oeste y suroeste», explicó Sibaja.

Una de las imágenes satelitales que se compartió ilustra la trayectoria de esta masa de aire contaminado, la cual arribó a diversas áreas, incluyendo Guanacaste y Puntarenas. Esta pluma se elevó a más de 1,000 metros sobre el nivel del mar.

Sibaja observó que, aunque es posible que los seres humanos no hayan percibido la presencia de esta masa contaminante debido a su altura, eventualmente se dispersó hacia el Pacífico y se diluyó, alcanzando concentraciones más bajas en su camino.

Nota Más: El volcán Poás tuvo una erupción el lunes, aunque de baja intensidad, con una columna de 4,000 metros de altura.

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¿Qué significan los colores?

El mapa que se proporciona ilustra, a través de diferentes colores, la concentración relativa de gases como el dióxido de azufre (SO₂). Los colores amarillos y verdes representan niveles bajos de concentración, mientras que los tonos naranja y rojo indican una presencia más significativa de contaminantes.

«La distribución atmosférica ha permitido que, con el paso de las horas, estas sustancias se mezclen con aire puro, lo que contribuye a reducir su impacto inmediato en la salud de las personas», comentó el experto.

Los tipos de imágenes satelitales como estas son herramientas cruciales para el monitoreo del medio ambiente, ya que permiten identificar áreas que podrían estar potencialmente afectadas, incluso cuando no hay observaciones de superficie evidentes.

«Es cierto que los materiales llegan, pero en cantidades mucho más diluidas. A medida que se alejan de la fuente de emisión, la percepción de las personas se reduce considerablemente», explicó Sibaja. También hizo hincapié en que el olor emanado puede confundirse fácilmente con otros gases que se encuentran en la atmósfera local.

«El ser humano ya está acostumbrado a respirar aire que tiene ciertas concentraciones de dióxido de azufre, similar a las que provienen de los vehículos en funcionamiento», concluyó.

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