
Este 27 de junio ha pasado cinco años desde que en Costa Rica el uso de máscaras obligatorias en espacios públicos.
«Hemos estado trabajando en la recomendación del uso de portadas para algunos escenarios. A partir del 27 de junio, promoveremos el uso obligatorio», el entonces Ministro de Salud, Daniel Salas, informó al entonces Ministro de Salud.
A partir de ese sábado 27 de junio de 2020, Costa Rica llegó con una cara cubierta. En supermercados, autobuses, oficinas, bancos y centros de salud y educación, la máscara pasó de extraña a indispensable.
La medida era una pre y luego en la forma en que las personas protegían la pandemia a través de Covid-19, relacionado y enfrentado.
En ese momento, en los casos, el país enfrentó un revés y avanzó a una mayor apertura económica, lo que se vio obligado a fortalecer las medidas de prevención del Ministerio de Salud.
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(Foto de archivo/observador).
Cambio histórico
Hasta entonces, el uso de máscara solo se ha aplicado en situaciones muy específicas, principalmente en hospitales.
«Antes de la pandemia, estaba en hospitales como niños o pedidos geriátricos cuando había brotes de infecciones respiratorias, pero nunca había sido masiva o obligatoria», recuerda el epidemiólogo Juan José Romero, de la Universidad Nacional.
La pandemia Covid fue un hito en la salud pública costarricense al convertir la máscara en una parte de la vida diaria de toda la población. Sin embargo, la medida no se ha implementado desde el comienzo de la emergencia.
«En marzo tuvimos los primeros casos, era posible contener las infecciones. Pero debemos recordar que inicialmente no había certeza total sobre su efectividad o qué tipo de máscara se debería usar», dijo el experto.
Como también era un problema global, hubo problemas para lograrlo, el KN95 era escaso y caras, lo que surgió muchas máscaras de polvo que no siempre protegían adecuadamente.
Al principio, también se permitieron máscaras transparentes, aunque se tiraron cuando verificaron su baja efectividad.
«Fue un proceso de aprendizaje colectivo. Tuvimos que adaptar lo que estaba allí, comprender cómo se usaba, corregir errores y construir una nueva cultura en el tiempo récord», dijo Romero.
La máscara era parte del uniforme diario de los que trabajaban, estudiaron o salieron durante casi dos años para realizar compras. Marcó fotos familiares, momentos difíciles y también actos de cuidado colectivo.
«Era una herramienta que evitaba las infecciones, pero también nos recordó que la protección de nosotros no es solo una decisión individual sino también una responsabilidad compartida», dijo el epidemiólogo.
(Foto de archivo/observador).
Utilizado en 2025
Según Romero, después de la pandemia, existe una mayor conciencia de la utilidad de las máscaras en entornos con un alto riesgo de infección, y muchas personas eligen usarla voluntariamente.
«Ya no es un objeto extraño. Sabemos cómo funciona, cómo se usa y muchas personas lo toman cuando están enfermos o visitan lugares donde hay personas vulnerables», dijo.
Este año, al menos siete hospitales nacionales nuevamente exigieron que ingresara, para prevenir el aumento de los virus respiratorios y las muertes asociadas, especialmente en menores, adultos mayores y personas vulnerables.
«Actualmente, no todo es covid o gripe, otros virus más adenovirus, metapneumovirus, sincito, entre otros. Antes de los brotes, los hospitales toman precauciones y la máscara es una de las más efectivas», agregó.
Muchas familias también han adoptado el hábito de enviar a los niños con una máscara para recibir lecciones si tienen síntomas, o para usarlos en el transporte público en tiempos de alta circulación viral.
Cinco años después, la máscara ya no cubre la cara de toda la población, sino que continúa en memoria de lo que aprendimos en una etapa llena de desafíos.